Todo el que ha tenido entre sus manos un cómic de Superman o ha visto alguna de sus películas y series se ha hecho la misma pregunta: cómo es posible que nadie lo reconozca con ese patético disfraz de Clark Kent —un par de gafas.
DC Comics ofreció una —nada convincente— explicación en Superman #330. Este número de 1978 explica cómo Clark Kent dispara unos rayos hipnotizantesa través de sus lentes de kryptonita para confundir a los ciudadanos de Metrópolis y, en definitiva, evitar que descubran su verdadera identidad.
Hace algunos años, el periodista Kyle Hill arrojó algo de luz con una respuesta más cercana a la ciencia: prosopagnosia, la incapacidad de reconocer rostros.
La prosopagnosia es un trastorno cerebral que limita seriamente la capacidad de una persona para reconocer y recordar caras. Pero solo las caras, otras áreas de la percepción visual se mantienen intactas. Las personas con ceguera facial se basan en las voces, los gestos y la ropa para identificar a otras personas.
La prueba de la prosopagnosia es más sencilla de lo que podrías pensar. Los médicos ponen en fila a un grupo de personas del mismo sexo con edades y ropas similares (y sombreros para cubrir su pelo) e introducen a un miembro de la familia del paciente entre ellos. Si el paciente no consigue identificar al familiar hasta que este empieza hablar, se le diagnostica ceguera facial.
Son tantos los que dicen “oye, me recuerdas a alguien” en un encuentro fortuito con Clark Kent que sin duda podrían recibir el mismo diagnóstico. Pero es poco probable que todos los empleados del Daily Planet sufran de prosopagnosia.
¿Cómo es posible entonces que Superman pase desapercibido cuando se anuda la corbata y se pone los anteojos? Había que recurrir al método científico para llegar hasta el fondo de este asunto —y Robin Kramer y Kay Ritchie, psicólogos de la Universidad de York, se han encargado del trabajo sucio.
Cuando ambos rostros tenían puestos los anteojos o no llevaban lentes en absoluto, los participantes tomaban la decisión correcta el 80% del tiempo. Pero cuando solo una de las caras representadas llevaba gafas, la precisión se hundía un 6%
Según un nuevo estudio publicado por la pareja de investigadores en Applied Cognitive Psychology, hasta los pequeños cambios de apariencia (ponerse gafas o adoptar un lenguaje corporal distinto) pueden ser suficientes para eludir la detección visual. Para comprobarlo mostraron pares de fotos a una serie de participantes sanos que tenían que decidir si se trataba o no de la misma persona.
Algunos pares mostraban dos caras con gafas, otros dos caras sin gafas, y el resto una cara que sí y otra que no llevaba gafas. Cuando ambos rostros tenían puestos los anteojos o no llevaban lentes en absoluto, los participantes tomaban la decisión correcta el 80% del tiempo. Pero cuando solo una de las caras representadas llevaba gafas, la precisión se hundía un 6%. No es una gran diferencia, pero es estadísticamente significativa.
Sin embargo, según el mismo estudio los resultados solo pueden aplicarse a desconocidos. “En términos reales, las gafas no impedirían que Lois reconociera a Superman en Clark porque está familiarizado con él”, explica Kay Ritchie. “Para aquellos que no lo conocen, la tarea es mucho más difícil: nuestros resultados muestran que las gafas alteran o perturban nuestra capacidad de reconocer a la misma persona extraña”. ¿Significa esto que Lois Lane sufre de prosopagnosia?
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